Por los céfiros lascivos empujada
veríais la diosa que del mar salía
exprimiendo cabellera remojada
mientras otra mano el pecho la cubría.
veríais la diosa que del mar salía
exprimiendo cabellera remojada
mientras otra mano el pecho la cubría.
Con los ojos cerrados puedo recorrer la curva infinita de
tu cuerpo, la interrogación eterna de tus caderas, la pérdida consciente que
lleva a la inconsciencia de tus pechos, la condena eterna del ascenso al monte
de Venus en la Venus, del Amor en la que es solo amor, de la belleza en la que
es diosa de espumas y mares sin horizontes alcanzables.
Con los ojos cerrados, la boca callada y los oídos tapados
puedo recordar tu historia, tu nacimiento de la espuma de un mar de mármol en
tiempos de un Emperador de pueblo, de la Itálica de Santiponce, dos siglos
después del Cristo que todavía carga con la cruz cada Cuaresma por las gradas
del anfiteatro donde tantos de sus seguidores murieron desangrados. Flor de
loto, delfín y espuma del mar. Allí cayeron los testículos de Urano, cortados
con violencia por Cronos, el Dios del tiempo; allí naciste como doncella adulta,
como Venus o como Afrodita, como diosa del Amor y de la belleza, como hija
lejana de la madre tierra o hija forzosa del Dios del tiempo, ese manto
invisible que eternamente te hace disfrutar de la eternidad de los dioses.
Con los ojos cerrados puedo sentir la frialdad del mármol
de tu piel, puedo tocar sin manos y notar el calor de tus días en el teatro de
Itálica y el frío de tus años de abandono sumergida bajo la tierra donde habita
el olvido, el polvo, la destrucción, la ruina, el mustio collado, la Itálica
famosa, el olvido… Siglos hundida en tierras que fueron cantera de grandes
palacios. Siglos olvidada, con lo que fuiste: diosa y amante, idea y realidad,
amor y deseo. Una escultura de mármol que en el suelo de una casa cualquiera
sólo enseñaba un trozo de su hombro al exterior, un trozo de piedra usado como
cascanueces por sus habitantes, triste metáfora de una ciudad y un tiempo sin
juguetes ni cuentos de hadas, el de aquel año 1940 en que te descubrieron y
sacaron a la luz: tantos siglos después salías a la luz, una simple piedra que
volvía a un lugar privilegiado, a un museo, entre emperadores y diosas de tu
porte, entre restos de los que te precedieron y de los que te sucedieron. Allí
sigues. Con tus ojos y tu boca cerrada, con tus brazos olvidados y todo tu
rostro oculto en algún rincón de la madre tierra que fue tu abuela Gea. Venus
salida del mar. Roma triunfante. Diosa del Amor que todo lo vence. Hija
obligada de un Tiempo que se hizo belleza…
Con los ojos cerrados que tú no tienes puedo sentir tu
principio pero nunca podré abarcar tu fin. Otra metáfora de la eternidad de
algunas vidas. Vida que da vida. Alguien debería labrar en tu pedestal las
palabras eternas del poeta: Sé donde la
vida empieza, no donde la vida acaba…