30.10.06

31 DE OCTUBRE. ROSARIO DE LA AURORA


No recuerdas muy bien el día ni el año. Quizás fuera el 31 de octubre y el año no lo sabes, quizás 1757. Pero el sitio, los actores, el momento y los hechos los recuerdas perfectamente.
Sevilla. Siglo XVIII. Octubre. Siempre hubo modas y la de aquel tiempo fue rezar el rosario en medio de la calle. Grupos organizados de parroquias, de conventos y de asociaciones salían al amanecer para rezar. Y no eran pocos, no. Aquel día de octubre había en Sevilla 81 rosarios de hombres, 47 de mujeres y uno infantil. No había dónde aburrirse....
Los preparativos comenzaron muy temprano. Los hombres del rosario parroquial del Sagrario plantaron su cruz de guía en la calle a eso de las seis de la mañana. El día era fresco y los miembros de la comitiva llevaban largas capas para cubrirse. Algunos se pegaban a los faroles de mano para coger algo de calor y todas las miradas iban al nuevo estandarte bordado en oro que se sacaba a la calle.
Las mujeres de la Magdalena habían madrugado algo más. A las cinco y media de la mañana ya entonaban el primer avemaría cantado por más de cincuenta mujeres que acompañaban al estandarte de la hermandad. Aquel día tenían previsto su asistencia a la Catedral, igual que otras veces. El frío de la mañana hacía que las manos se apretaran contra unas varas de plata que parecían quemar mientras oían el segundo misterio glorioso.
No muy lejos, allá por Santa Cruz, un grupo de clérigos meditaban en torno al director espiritual. Silencio en la judería. “María Madre la Iglesia y Madre de bondad. Ora pro nobis”. Y los clérigos marcharon entre avemarías hacia la Catedral.
Aquel día de octubre pareció que todos los caminos llegaban a la Catedral. Pero en el frío de la mañana sólo había uno. En la esquina de Matacanónigos los clérigos veían cómo alguien les cortaba el paso: eran los señoritos del Sagrario que habían llegado antes. Alguien más se unió al problema: las señoras de la Magdalena venían cantando por la otrasesquina. Faroles, estandartes y avemarías. Pronto se oyó algún grito:
- “Primero nosotros.”
- “Y un cuerno. Nuestra hermandad es más antigua.”
- “De eso nada, las damas pasarán primero.”

De los gritos a las amenazas. De las amenazas a los hechos. Golpes, gritos, empujones, tirones de pelo, estandartes volando, farolazos... No se sabía quien tenía que pasar por allí. Los rosarios de la aurora acabaron allí, a farolazos. No recuerdas la fecha....
Eso pensabas el otro día. Querías pasar por la ronda. Tú y mil más. Por el mismo sitio. A la misma hora. Y te acordaste de los rosarios de la aurora, de los carriles bici y de la autoridad competente. Y alguien llegó a gritar lo mismo que un día de octubre de hace casi trescientos años: “¡hermanos, sálvese quien pueda!”

24.10.06

25 DE OCTUBRE. LA EMBAJADA JAPONESA


Japón está de moda. En la de decoración, en los interiores, en las vajillas, en el diseño, en la gastronomía. Una moda antigua en Sevilla... Porque Japón llegó a Sevilla un día de octubre como hoy...de hace varios siglos...
Año 1613. En las lejanas islas de oriente se vivía tensiones religiosas entre católicos y creyentes de otras religiones y una lucha de poder entre franciscanos y jesuitas. Desde la llegada de Francisco Javier, el número de católicos japoneses había crecido mucho. Pero no siempre estuvieron bien vistos por el emperador y por los señores feudales. Fue Fray Luis Sotelo el patrocinador de una expedición a Occidente para establecer lazos con el rey de España y para solicitar una sede episcopal al mismo Papa. La expedición fue dirigida por Hasekura Tsunenaga, que comandó el barco llamado Mutsu Manu, barco que los españoles rebautizaron como San Juan Bautista.
Un viaje de aquellos tiempos era largo y arriesgado. Después de pasar por Acapulco y tras meses de viaje, a fines de septiembre de 1614 la embajada japonesa llegaba a Sanlúcar de Barrameda. Puro exotismo. Orientales bajitos de ojos rasgados en Bajoguía. Allí fueron recibidos por el mismo Duque de Medina Sidonia, que entonces no era duquesa... Subiendo el río, la embajada hizo parada en Coria, un lugar que a muchos pareció el mismo cielo. Y es que fueron muchos los que decidieron quedarse allí. El resto presentó una laudatoria carta al Cabildo de Sevilla, hablando de nuestra ciudad como la más conocida e ilustre entre las naciones del mundo. Como signo de amistad regalaron una espada y una daga que fueron debidamente guardados. Y la embajada siguió su camino: Córdoba, Alcalá de Henares Madrid, Barcelona.... Llegaron a ser recibidos por el propio rey, Felipe III. Y en Roma se entrevistaron con el propio Papa. Y Fray Luis Sotelo consiguió buena parte de sus propósitos.
Sin embargo el regreso no pudo terminar peor. En 1622 la expedición regresaba a Nagasaki. Más de nueve años después. Y el recibimiento no pudo ser peor: Tsunenaga fue encarcelado y Fray Luis Sotelo fue quemado vivo. A quien se le ocurre...viajar por el Guadalquivir y no quedarse aquí... Pero la huella japonesa perduró. En parte. La daga y la espada fueron robadas del archivo. La carta al cabildo sevillano se perdió aunque Velázquez y Sánchez la encontró en 1854. Los inteligentes que se quedaron en Coria se asentaron y a los pocos años ya se bautizaba en la parroquia de la Estrella de Coria el primer niño apellidado Japón. Oriente en Sevilla antes del Corteinglés.... Hoy son cientos los descendientes de aquellos japoneses que lucen su apellido Japón. Y es que Japón se puso de moda hace ya muchos siglos...

23.10.06

24 DE OCTUBRE.CLARET


Cosas de nuestro tiempo. Siempre vas corriendo y siempre crees que el día no te cunde. Cuando hoy abras tu almanaque te darás cuenta de lo que hablamos. Y que no todos podemos estirar el tiempo.
24 de octubre. San Antonio María Claret. No sabes mucho de él. Te suena a colegio de niños bien y a equipo de hockey sobre patines. No mucho más. El santo te parece con nombre de fuera y no sabes si tuvo relación con tu ciudad. Pues la tuvo, y muy intensa. Verás.
Antonio María Claret nació cerca de Barcelona en diciembre de 1807, en un siglo que comenzó a dudar de una religión que estaba lejana en muchas ocasiones de las clases más populares. En 1829 ingresó en el Seminario y en 1835 Antonio María ya era sacerdote. Para que veas, casi igual que en nuestros días. Claret se dio cuenta de que no había que ir a predicar muy lejos. Las misiones había que hacerlas muy cerca, en su propio país. Y Claret era incansable. Viajando sin dinero y a pie predicó por toda Cataluña. Dicen que daba hasta diez sermones diarios. Y tú que te quejas de falta de tiempo...
Para continuar su obra, fundó en 1849 la Congregación de Misioneros del Sagrado Corazón. Tú los conoces como claretianos.
Pero nuestro personaje hizo más cosas. Toda importantes y todas con unos números que hoy te parecen imposibles. Te cuento. En 1857 fue nombrado confesor de la Reina y aunque hubo quien lo ridiculizó dejándolo literalmente “en pelotas” junto a la Reina, su labor siguió siendo incansable. En el nuevo puesto viajó mucho más. Y evangelizó por toda España. Hazte un idea. En 1862 estuvo en Andalucía durante 48 días, en ese tiempo predicó 205 sermones. Intentas imaginarlo y no puedes. Ni un político en plena campaña....
Pero lo de Sevilla fue peor. Una semana en la que predicó más de veinte veces: conventos, parroquias, hospitales, seminaristas... El día 25 de septiembre habló durante hora y media en la iglesia de la Magdalena sobre el amor de Dios. Nada más terminar, se fue andando a la Iglesia del Santo Ángel y dio otro sermón de tres cuartos de hora... Piensa en tus días. Claret nunca pidió la baja. Siempre estaba contento, decían que nunca se cansaba y que toda su fuerza se la daba Dios.
Hoy puedes recordar que una reliquia suya está en el paso del Nazareno del Silencio, su hermandad. Y que Claret llegó a hablar en el Concilio Vaticano I, allá por 1870. No te canso más. Un día como hoy este cura incansable moría tranquilamente.
Se me olvidaba. Claret fue durante siete años obispo de La Habana. Dicen que allí confirmó a más de 300.000 cristianos y que dio miles de sermones. No sabes porqué pero te has acordado de Fidel Castro. Y hoy has empezado a comprender algunas cosas...

17.10.06

18 DE OCTUBRE. LA EPIDEMIA



El 18 de octubre de 1803 las autoridades sevillanas publicaron un edicto por el que se cerraba el acceso a la ciudad. Cuentas las crónicas de la época que se dejaron practicables sólo las puertas de Triana, el Arenal, la puerta de la Carne, la de Carmona y la de la Macarena. En ellas se colocaron vecinos honrados para ejercer la custodia de las entradas a Sevilla. Solo se permitió la estancia en algunos conventos de las afueras, lo que entonces se llamaba extramuros la ciudad. Las normas fueron muy estrictas: se imponían graves castigos y multas para cualquier vecino que acogiera en su casa, fonda, posada o mesón a alguien que procediera de Málaga. Se preguntarán ustedes cuál fue el motivo de aquellas medidas. ¿Es que acaso los políticos de la época ya se dejaban llevar por los estúpidos enfrentamientos provinciales de nuestros días? Claro que no, hace dos siglos no eran tan atrasados...
La razón estaba en la epidemia de fiebre amarilla que en aquellos días azotaba a la ciudad de Málaga, causando un gran número de muertos. Y Sevilla no olvidaba que tres años antes, en septiembre de 1800, había sufrido una de las peores epidemias de su historia. Comenzó en agosto, en Triana. Allí aparecieron los primeros síntomas de la terrible “fiebre amarilla de América o Typhus Icteroides”. De Triana se extendió el contagio a las zonas de los Humeros, San Lorenzo y San Vicente, para terminar contagiando a toda la ciudad. El río Guadalquivir fue la vía de infección y las contradicciones de los dirigentes aumentaron los estragos de la epidemia. Por una parte se incomunicó a contagiados y se cerraron incluso los teatros pero, al mismo tiempo, se permitieron innumerables procesiones, rezos, rosarios e incluso bendiciones públicas desde la Giralda. El resultado fue letal. La epidemia duró hasta comienzos de 1801 y las autoridades de la época dieron una cifra de más de quince mil muertos. Tal fue la mortalidad que se tuvieron que se hicieron dos fosas comunes, una el en Prado de San Sebastián y otras en la Macarena... Aquella epidemia de 1800 quedó como un símbolo para la ciudad. Torpezas políticas, imprevisión, lentitud en la toma de medidas... Parecen los males eternos de la política sevillana. Y el pueblo a lo suyo. Frente a la epidemia, las procesiones, las bendiciones, la parafernalia... Una reacción que Blanco White criticó en lo que parecía ser una sentencia eterna:: “Nos obstinábamos en la superstición, como si las perspectivas no fuesen ya suficientemente oscuras y deprimentes...”.
Sin duda una pesimista sentencia que sigue cargando la ciudad en demasiadas ocasiones...

16.10.06

17 DE OCTUBRE. UN TÚNEL SIN SALIDA


Eras muy pequeño pero lo recuerdas bien. Un día en tu historia particular, un día en la historia de tu ciudad. Aquel día de octubre de 1979 cayó en miércoles. Uno de esos días en los que tu padre te prometió ir al cine. Y tú buscabas en la cartelera algo que te llamara la atención, una película que tuviera el permiso de mamá. Junto a tu casa ponían algo así como “Holocausto Caníbal”, una de esas de sangre y de muertos que habían visto tus vecinos. Tú eras pequeño. Prohibición absoluta. Ya está, “Monraker”, la última de James Bond. Pero tu abuela habló de la poca vergüenza de las mujeres en esas películas y tú te quedaste sin plan. A buscar de nuevo. Era una rareza. “Mad Max”, una película sobre el mundo futuro. Aquello prometía. Porque para ti, el futuro estaba en tu ciudad, en una obras que aquel año de 1979 estaban por todas partes.
Todavía recuerdas a tu padre cuando te hablaba de que el futuro estaba en aquellos túneles. Lo llamaban metro. Y habría túneles por debajo de toda la ciudad. Sevilla se iba a convertir en un lugar moderno, rápido. Ibas con tu padre a la Alameda y te enseñaba un enorme agujero donde iría una estación que a ti te parecía la más grande del mundo. Cuando ibas a la Plaza Nueva, tu padre te hablaba de aquel San Fernando que habían bajado de su caballo para meter vagones y mas túneles bajo tierra. Te imaginabas viajando bajo tierra, como en las novelas de Julio Verne, saliendo de ver un partido de fútbol y, ¡magia!, saliendo en pocos minutos de un agujero a los pies de aquel San Fernando de bronce. El futuro estaba cerca, como aquellos partidos de un Mundial de fútbol que pronto se jugarían al lado de tu casa.
Sueños de niño. Tu futuro acabó aquel día de octubre de 1979. Parece que lo estás viendo. Tu padre llegó leyendo la noticia en el periódico. Se anunciaba oficialmente que el metro no estaría terminado para el Mundial de fútbol. Adiós vagones, adiós túneles, adiós viajes. Aquel día comenzaron a quitarte parte de tu futuro. Llegarían Naranjito y Citronio, el fútbol del doctor Sócrates y las faldas de los escoceses, la semifinal de un mundial y muchos goles más. Pero no verían el metro, el sueño de tus días de octubre de 1979. Incluso algunos dirían que aquello era un túnel sin salida...
Han pasado muchos años. Ya has llegado al futuro que esperabas. Pasas por un kiosco y ves una película de aquella época, “Los bingueros”, una más de Andrés Pajares y Fernando Esteso. Lo tienes claro. No siempre los tiempos pasados fueron mejor. Vuelven algunos monstruos. Y algunas cosas es mejor no vivirlas dos veces...

14.10.06

15 DE SEPTIEMBRE. TERESA DE JESÚS


Aparece en nuestro calendario la figura de Santa Teresa de Jesús. Buen día para recordar su estancia en Sevilla llena de dificultades, de persecuciones, de incomprensiones, todo en un clima que una castellana no soportaba. Buen día para recordar su llegada a nuestra ciudad en mayo de 1575, acompañada de pocas monjas, muchos recelos y muy poco dinero. Su primera casa se situó en la calle Armas, actual de Alfonso XII, donde se acomodaron en unas estancias que les parecieron la casa lóbrega y oscura del hidalgo del Lazarillo. Allí convivieron con un ajuar escaso, sobre unos colchoncillos que según las monjas “estaban acompañados de mucha gente como piojos, chinches y otras molestas visitas”. No fue éste el peor trago para la Santa de Ávila ya que tuvo que defenderse de un proceso de la Inquisición firmado en el Castillo de San Jorge de Triana a comienzos de 1576.
Supo salir airosa Teresa y con apoyos como el de Lorenzo Cepeda pudo trasladarse en ese año a una nueva casa en la calle Pajería, la actual Zaragoza según nos recuerda un azulejo en el cruce con Doña Guiomar. No siendo muy conocido, sigue conservándose ese lugar en las cercanías a la Plaza Nueva, un rincón que parece llevarnos a la Sevilla del siglo XVI. No permaneció mucho más tiempo la Santa en Sevilla pero sí su fundación. En 1586, con la autorización de San Juan de la Cruz, se trasladan las carmelitas descalzas a unas casas del barrio de Santa Cruz. Allí siguen orando y trabajando desde hace más de tres siglos en el convento de San José, conocido como Las Teresas en recuerdo a su fundadora.
Es buen día para su visita: el atrio silencioso, los recuerdos de San Juan de la Cruz, la iglesia de Vermondo Resta, los retablos con imágenes carmelitas, la Inmaculada de Juan de Mesa, el Niño Jesús Quitito, las obras de la Roldana...es buen día para contemplar el retrato que le hizo un fraile, obra que no gustó a la santa que exclamó ante el autor: “Dios te perdone Fray Juan, que ya me pintaste fea y legañosa...” En la sacristía, en el silencio de las carmelitas descalzas del barrio de Santa Cruz la letra de Teresa se nos muestra en el original de las Moradas. Es buen día para recordar la letra de la carta final que dejó Teresa en 1576 hablando de la ciudad: “Las injusticias que se guardan en esta ciudad, la poca verdad, las dobleces...Yo le digo que con razón (Sevilla) tiene la fama que tiene. Yo confieso que la gente de esta tierra no es para mí y me deseo ver ya en la tierra de promisión. La abominación de pecados que hay por aquí son para afligir harto. El Señor lo remedie...”
Y es que, como señaló el profesor Piñero, Sevilla fue para Santa Teresa una ciudad imposible.

14 DE OCTUBRE. Y QUE CUMPLAS MUCHOS MÁS...

10.10.06

11 DE OCTUBRE. RODRIGO DE TRIANA


Aquel año, el día 11 de octubre cayó en jueves. A esas alturas debías estar cansado. Desde agosto metido en un barquito, “La Pinta”, que vaya nombre para ir a descubrir nuevos continentes...pero a ti, como buen marino que eras, eso te importaba poco.
Ya estaba entrada la noche. Tu jefe contaba en sus diarios que sería aproximadamente sobre las diez. Como la carabela Pinta era algo más rápida, fue la primera; y como tú eras el mejor vigía, la viste antes que nadie. Pensaste que era una visión, después de tantos días de viaje. Pero no. Pensando en la recompensa y en pasar a la historia, hiciste la señal convenida, gritando desde tu posición de vigía. Tierra. Era la noche de un día de octubre de 1492. Gritabas a tu almirante y hacías señas, corrías de un lado para otro y pensabas que pasarías a la historia. En aquel momento pensaste que aquello eran las Indias, no tenías ni idea de que acababas de descubrir un continente. Pero tu almirante dudó de ti. Y hubo que esperar algunas horas para confirmar que habíais llegado a vuestro destino. Después de unas horas, todo se confirmó. Frente a la isla de Guanahaní sonó la Salve cantada por unos marineros llegados de Castilla que acababan de descubrir América...
Pensaste que tanto esfuerzo tendría su recompensa final. Te equivocabas. Los Reyes Católicos habían prometido 10.000 maravedíes para el primero que viera tierra. Pero tú nunca viste un duro, no sabes si por una triquiñuela de tu jefe o por cicatería de los Reyes. Tampoco viste nuca el jubón de seda que te prometió Colón. Con la falta que te hacía, que el tuyo ya estaba bastante viejo. Pero te consolaste pensado que tu nombre pasaría a la historia. ¡Que curioso!. Pasó tu figura pero no tu nombre original. Porque ni te llamabas Rodrigo ni eras de Triana. Juan Rodríguez Bermejo era tu nombre. Y no venías de Triana, sino de Los Molinos. Te pasó como a los profesores que cargan con un mote, o al hijo de la artista que le ponen un diminutivo tonto...a ver quién es el listo que deja de llamarte Rodrigo de Triana...
Pero en Sevilla te hicieron un monumento allá por 1929. En 1940 lo llevaron a Chapina. Tenía buen porte. Con el brazo en alto, con un pergamino en el puño. Dicen que en alguna ocasión le quitaron el pergamino y se quedó con el puño en alto, en plena España de Franco. Aquello no estaba bonito. Un marinero cantando la Internacional en una Triana que no era su patria...Dicen que por eso cambiaron tu imagen. La trasladaron a Los Remedios, cerca de la Plaza de Cuba. Vicente Lemus te representó agarrado a un mástil gritando. Si hablaras quizás dirías que no te llamabas Rodrigo, que no eras de Triana, que no eras comunista y que Colón seguía debiéndote dinero...

9.10.06

10 DE OCTUBRE. LA ÚLTIMA PIEDRA


Cuando llegó el momento, todo estaba preparado. Muchos años de espera llegaban a su fin. Unos locos se habían propuesto hacer la mayor catedral del mundo. Y aquel 10 de octubre de 1506 la iban a terminar.
Eran las once de la mañana. La ceremonia iba a comenzar. En el crucero, en el centro justo de la Catedral, se levantaba un enorme cimborrio, una torre llena de esculturas y de azulejos verdes y blancos. Allí se colocaría la última piedra, después de cien años de trabajo. Por fin se iba a terminar la Catedral de Sevilla.
En las alturas, sobre las bóvedas góticas se reunió la alta sociedad sevillana. Allí estaba, revestido, el deán de la Catedral, con una capa que desafiaba al sol de octubre. Junto a él don Juan de Guzmán, el duque de Medina Sidonia. También acudió al acto don Fadrique Enríquez de Ribera, el Marqués de Tarifa que marcaba las modas de la ciudad desde su palacio de la Casa de Pilatos. Pero quien más disfrutó del acto fue Alonso Rodríguez, el maestro mayor de obras. Estaba achacoso, enfermo. Unos meses antes incluso llegó a hacer testamento, pensando que no vería terminar su obra. Los canónigos llegaron a donarle una sepultura en el patio de los Naranjos para que descansara eternamente junto a la Catedral más grande del mundo conocido, la Magna Hispalensis. Pero Dios le concedió llegar a aquel día. Y el maestro pudo ver una ceremonia solemne, con cantos sobre las bóvedas de piedra, con solemnidad sobre la montaña hueca. Desde las alturas se podía contemplar la obra. La Giralda, todavía musulmana, era el testigo más alto. Pináculos, arbotantes, bóvedas, marcas de cantero, vidrieras de colores... hasta las gárgolas monstruosas parecían contemplar la escena. Serían las doce de aquel día de octubre de 1506 cuando llegó el momento El deán impartió las últimas bendiciones y dos obreros portaron la piedra, la última piedra. Era el fin de las obras de la Catedral. Y todas las esculturas del cimborrio, aquella enorme torre, parecieron felices aquel día de octubre de 1506.
Pero la historia de la Catedral no terminó allí. La desgracia llegó cinco años más tarde. En diciembre de 1511 aquella enorme torre de la Catedral se hundió por completo. Se perdieron pináculos, azulejos y esculturas. Todo escombros. Sólo se salvo una imagen de Santiago el Menor que hizo Pedro Millán. Alguien la colocó en la capilla de San Hermenegildo. Desde allí ha visto ceremonias, más hundimientos y obras, muchas obras.
Quinientos años después sigue viviendo en su Catedral. Dicen algunos que en días como hoy se le nota inquietud en la cara. Aunque algunos lo ven sonreir cuando alguien comenta aquello de “anda hijo, que vas a durar más que las obras de la Catedral...”

3.10.06

4 DE OCTUBRE. FRANCISCO DE ASÍS




Mi abuelo me dijo que ya tenía un tema para el 4 de octubre. Ese mismo día se produjo la conocida como Revolución de octubre, allá por 1934. Fue tan importante que en Sevilla se declaró el estado de guerra y muchos la vieron como el anticipo de lo que sería la Guerra Civil, especialmente en Asturias. Me pareció un tema demasiado de moda, y demasiado dado a interpretaciones parciales. Por eso pregunté a mi vecino, un aficionado a las fechas.
-“Pues mira, me dijo, el 4 de octubre de 1926 se instituyeron la Fiesta de la Madre y la Fiesta del Libro”.
Peor todavía. Si hay algo excesivo en nuestros días es darle un título a cada día del año. Así que hablé con un historiador. Me dio una clave curiosa: 4 de octubre de 1582. En esa fecha se suprimieron diez días del calendario. Con la reforma gregoriana se hizo un ajuste para eliminar los fallos del calendario y se adelantaron diez días de golpe. Imagínese. Hoy es 4 y mañana 14. De un plumazo. Y al final de mes, todos a cobrar...
En fin. Esta mañana temprano abrí la agenda y no tuve dudas. 4 de octubre. San Francisco de Asís. Felicitar a Paco, Fran, Paquita y a don Francisco. Y me acordé de un San Francisco de la ciudad. Está en un convento olvidado, un convento que tuvieron que abandonar sus monjas hace unos años, en la calle Santa Clara. En su iglesia realizó Martínez Montañés uno de los mejores retablos de la ciudad, allá por 1624. El gran imaginero hizo el retablo mayor y todos los retablos laterales. Si hoy puede usted visitarlo podrá disfrutar de un auténtico museo de la escultura, en plena calle Santa Clara. Allí verá mi San Francisco. Allí está un loco del siglo XIII que amó a los animales y a las personas, que habló del hermano Sol y de la hermana Luna, que vio a Dios y que llegó a ser comparado con un nuevo Jesús. En un retablo lateral, Montañés representó a Francisco como lo imaginó Pacheco. Puede sentarse a sus pies y cerrar los ojos. Le sonarán las palabras de Pacheco: “Era el padre Francisco de estatura mediana, la cabeza redonda y proporcionada, los ojos negros y apacibles, los cabellos de la cabeza y la barba , negro; la nariz igual y delicada, era de rostro delicado, de muy pocas carnes... y su espíritu parecía más del cielo que de la tierra”. Cuando abra usted los ojos le parecerá que aquella imagen, aquel retablo y aquella iglesia también es más del cielo que de la tierra. Y caminando por la calle Santa Clara, la brisa de otoño le traerá a la memoria un poema de Quevedo:
“Francisco, vos no sois Dios;
más tal librea traéis
que Dios se parece a vos
y vos a Dios parecéis”.

2.10.06



LOS VIKINGOS.
¡Los cornudos! ¡Que llegan los hombres con cuernos! ¡Que Alá nos proteja de los cornudos!...
Este fue el grito desesperado de un muecín sevillano aquel día 3 de octubre del año 844, mejor dicho, el año 229 de la Hégira. Desde lo alto del alminar de una mezquita veía las velas de 54 barcos que pretendían asaltar Sevilla, la Isbilia musulmana cuya fama ya superaba los límites de Al-Andalus. El pánico y el terror ya habían llegado por historias que se contaban. Pero aquel grito desesperado contagió a la ciudad...
¡Los cornudos! ¡Que vienen los cornudos montados en barco!
El horror se extendió por Isbilia. Los vikingos asaltaban Sevilla. Ya lo habían intentado con Lisboa, pero tuvieron que huir. En el Guadalquivir, pocos días antes habían arrasado Coria. Se contaron historia terribles, asesinatos, degollaciones, violaciones... Y aquel día de octubre el horror llegó a Sevilla. 54 grandes barcos con sus caprichosas formas curvas traían a miles de de vikingos, esos hombres del mar del Norte que arrasaban las tierras que pisaban.
No hubo tiempo para mucho. La ciudad ya estaba vendida. Ante el peligro inminente, el gobernador había abandonado el Dar-al-imara, el Alcázar de la ciudad, y había huido a Carmona. Algunos valientes se reunieron e intentaron hacer frente a los invasores. Una lluvia de flechas cayó sobre ellos. Muchos murieron y los que salvaron la vida se desperdigaron por la ciudad. Allí comenzó el infierno. Los vikingos saltaron a tierra y comenzó una semana de sangre que nunca se olvidaría en la ciudad. Las mezquitas fueron incendiadas por aquellos bárbaros con cuernos. Ancianos y niños fueron degollados y las mujeres fueron violadas de forma sistemática. Los pocos defensores que sobrevivieron a las flechas del primer asalto fueron decapitados y sus cabezas se colocaron sobre picas. Durante días fueron testigos mudos y ciegos del horror que llegó a Sevilla. Casas destruidas, robos, asaltos, incendios... Cientos de sevillanos fueron hechos presos y convertidos en esclavos de aquellos bárbaros.
Dos meses más tarde, las tropas de Abderramán vengaron aquel día en una batalla contra los vikingos en Tablada. Fueron vencidos y sus cabezas cortadas se colocaron en las picas que ellos habían usado. Pero la victoria no borró el horror del aquel día de octubre en la mente de los sevillanos. Aquel día en que muchos pensaron en la fragilidad de la muralla, otros en la cobardía de sus gobernantes y otros en la mano de Alá. Nunca se olvidó que unos bárbaros con cuernos quisieron destruir Sevilla.
Han pasado 1162 años. Y todavía hay algunos empeñados en destruir la ciudad... ¡Que Alá nos proteja!